miércoles, 30 de diciembre de 2009

Y siguen lapidando.




A LA MODORRA del progresismo progresado occidental hay que sumar el coma político de la Iglesia Católica, aherrojada en su paz hippie, intoxicada por la ingesta de tanto amor almibarado y ambos, la modorra y el coma, omnicomprensivos con la Apocalipsis que podría desencadenar la ideología extremista de Ahmadineyad (el presidente iraní) o las proclamas yijadistas suníes que conducen al Califato Universal. La cólera de los creyentes instaurará el reino de Alá que sobrevendrá después del caos universal, las matanzas multinacionales masivas, plagas y desastres inimaginables con la dominación y supresión de los infieles y los apóstatas mediante el terror.

Los únicos que nos mentimos, que nos engañamos y lo hacemos con irresponsabilidad, ignorancia y gran temeridad somos nosotros, los occidentales que hemos puesto nuestra seguridad y nuestra cultura al amparo de ideologías chocarreras, entusiasmadas con la expansión rápida, casi violenta, por el mundo islámico, de la cólera de Alá

Los chiíes esperan la llegada del Mahdi, el “duodécimo” profeta/redentor que emergerá de un pozo —metáfora inversa— para cumplir su cometido y expandir por el mundo islámico el chiísmo mahdista. Los suníes, arremolinados alrededor de su fe wahabista o salafista, aspiran al Califato Universal pero tienen propósitos de similar intensidad apocalíptica y aunque compiten entre ellos porque se disputan la dirección del futuro reino de la Justicia Islámica Planetaria, no dudan en el auxilio mutuo para reducir o suprimir al infiel o el apóstata, el enemigo común.

Una parte de la opinión pública occidental, una escasa parte, una minoría muy pequeña se toma en serio las amenazas del Apocalipsis mil veces anunciado por los guerreros de Alá. A la mayor parte de la opinión pública occidental, entumecida, muy distraída pagando la hipoteca, organizando sus vacaciones o adormilada viendo series de televisión, las proclamaciones apocalípticas de los guerreros de Alá se le antojan bravuconadas y divertimentos inferiores, muy inferiores a la tecnología y ciencia occidental, que consideran muy superior e invencible.

Es así para la mayor parte de la opinión pública, excepto para las comunidades de inteligencia que tiene que desayunarse cada día, cada mañana, con informaciones y revelaciones cada vez más inquietantes sobre los propósitos apocalípticos con los que enredan sin parar los guerreros de Alá, patrocinados por estados teocráticos, redentores, apestados o por fortunas amasadas al calor de los petrodólares, con el añadido perturbador del colchón de comprensión y asentimiento que dichos proyectos inspiran en el interior del progresismo progresado mundial y en numerosos círculos de la Iglesia Católica.

En Occidente se repara poco, por ignorancia, en el nivel de sofisticación y complejidad de nuestras sociedades. Sofisticación y complejidad a la que no podemos renunciar, sin la cual no podemos ni siquiera sobrevivir y cuya supresión significaría, por sí misma, la expansión y multiplicación de las calamidades. No podemos renunciar a nuestra complejidad, es nuestro patrimonio, y no existe la marcha atrás. Cualquier corrección hay que proyectarla en el tiempo futuro y en términos de complejidad creciente.

Ahora bien, cada innovación o tecnología tiene su catástrofe. Y a mayor complejidad, mayor es la catástrofe. No tiene igual catástrofe una aglomeración de cien personas que otra de 100 mil. Se parece muy poco la capacidad de gestión que hay que desplegar para administrar 5 mil pasajeros o 500.000, son aeropuertos, infraestructuras y tecnologías distintas. En nada se parece una aglomeración de 20 mil almas a otra de 20 millones a las que se puede envenenar con similares procedimientos. Las grandes centrales eléctricas producen mucho bien a mucha gente y endiablado mal si quedan fuera de servicio. No es lo mismo abatir una avioneta con 10 pasajeros que el nuevo airbus de dos plantas con 800 pasajeros. No es el mismo atentar contra un convoy del metro que contra un tren de alta velocidad a 300 km por hora. En nada se parece derribar un edificio de seis plantas a otros de doscientas. No es comparable un ataque químico o biológico en la quinta avenida de Nueva York, en la arteria principal de Sao Paulo o en el metro de Moscú que el que se realiza contra un pueblecito de Carolina del Sur o en Castilla-La Mancha. No es lo mismo atentar contra una gasolinera que contra los depósitos de gas del Puerto Franco de Barcelona. La devastación es de distinta naturaleza. ¿Cómo se protegen las centrales atómicas, los centros de comunicación o 15.000 km de costa o los millones de contenedores que entran y salen a diario por los distintos puertos de Europa?

Nuestra complejidad es disfrutable y administrable, es beneficiosa pero poco protegible contra el sabotaje y los propósitos apocalípticos. Nuestras sociedades están diseñadas para ser abiertas. La seguridad absoluta implicaría su no uso. La única opción al alcance de nuestras sociedades es penetrar las fuerzas destructoras, apocalípticas, las enemigas, y generar inteligencia y fuerza preventiva. Cualquier otra hipótesis no es razonable, tampoco es viable e implica nuestra rendición. Ante los que han demostrado determinación para destruirnos no caben medias tintas. Ellos son sinceros, en ningún momento nos han mentido ni han formulado propósitos distintos a los que ejecutan. Los únicos que nos mentimos, que nos engañamos y lo hacemos constantemente, con irresponsabilidad, ignorancia y gran temeridad somos nosotros, los occidentales que hemos puesto nuestra seguridad y nuestra cultura al amparo de ideologías chocarreras, entusiasmadas con la expansión rápida, casi violenta, por el mundo islámico, de la cólera de Alá y que entra en resonancia con cada adolescente que se inmola dejando un reguero de sangre.

La imagen del hombre de Europa en los asuntos de Política Europea de Seguridad y Cooperación, Javier Solana, haciéndose el sincero, exhibiendo sus melindres humanitarios, su supuesta honradez intelectual y ofreciéndose como mediador para parar la escalada de la violencia entre Israel y Hezbolá, es la imagen patética del progresismo progresado mundial. Es un representante prototipo de la ideologías dialogueras, que propenden a la paz a partir de una sobremesa en algún palacio u hotel de lujo. Darían lástima si no fuera que se merecen una paliza diaria, desde que se levantan hasta que se acuestan sin parar a comer. Son individuos repulsivos e hipócritas, sin convicción alguna. Se saben impostores y se burlan del mundo entero. Saben que son mediadores a sueldo y que sus mediaciones se limitan a levantar acta de lo conseguido en el campo de batalla. Son repulsivos moral e intelectualmente. Lo que tiene que hacer Javier Solana es mediar él, con su cuerpecito de hipócrita, entre las balas del Tashal y las milicias de Hezbolá. Mediar de verdad, apostarse entre los frentes y ofrecer su cuerpo protegido por el invencible escudo dialoguero, en el que parecen que rebotan todos los proyectiles, los misiles, los degollamientos, los secuestros y las masacres. Cretino.

DEBERES PARA EL FIN DE SEMANA

Ejercicio nº 1. ¿Qué hacer con el Director General de la Federación Internacional de Periodistas, Aden White, que emitió un comunicado condenando enérgicamente el ataque de Israel a las instalaciones de la cadena de televisión de Hezbolá, Al Manar, consagrada a la irradiación y expansión de la Yijad Islámica, fábrica de suicidas asesinos y enaltecedora de masacres y degollamientos? Invocaba la Libertad de expresión. ¿Recuerdan el bombardeo de la televisión pública serbia, la televisión particular de Milosevic? Pues sí, efectivamente, era la televisión pública de la República de Serbia y también la televisión particular de Milosevic.

Ejercicio nº 2. El representante máximo del Progresismo Progresado español, zETAp, ha anunciado que España se convertirá en la primera potencia exportadora de Paz. Descubra con qué aliados: a) con ETA, Hezbolá, Al Qaeda y Hamas; o b) con Occidente. Identifique que características tendrá su producto: a) será una paz multipléxica cojonuda; b) será una paz protuberante chachi; c) será una paz zumbona y lenguaraz.

El día 24 de julio, martes, más
ANTONIO YUSTE

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