martes, 18 de noviembre de 2014

san saru (三猿))

Los tres monos sabios


Los tres monos (en japonés san saru (三猿)), también conocidos como los «tres monos sabios» o «tres monos místicos», están representados en una escultura de madera de Hidari Jingorō (1594-1634), situada sobre los establos sagrados del santuario deToshogu (1636), construido en honor de Tokugawa Ieyasu, en Nikko, al norte de Tokio (Japón).1
Los nombres japoneses de los tres monos —Mizaru, Kikazaru, Iwazaru— significan «no ver, no oír, no decir», sin especificar lo que los monos no ven, oyen o dicen. Tradicionalmente se ha entendido como «No ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal»; el dicho tuvo su origen en la traducción del código moral chino del santai, la filosofía que promulgaba el uso de los tres sentidos en la observación cercana del mundo observable. Posteriormente este código moral se vinculó con los tres monos; dicha asociación se atribuye a Denkyō Daishi (conocido también como Saichō) (767-822), fundador de la Tendaishū, la rama japonesa de la Escuela Budista del Tiantai durante el periodo Heian (794-1185). Esta asociación proviene de la homonimia que se da entre zaru (un caso negativo en japonés), que aparece tres veces en el código moral, y la palabra japonesa para monosaru, que se convierte en zarucuando se combina con ciertas palabras. El motivo de los tres monos se volvió muy popular entre el pueblo japonés durante el periodo Kamakura (1185-1392).2
El significado del tema de los tres monos es complejo y diverso; así como para la élite intelectual se encontraban relacionados con el mencionado código filosófico y moral santai, entre el pueblo el sentido era «rendirse» al sistema, un código de conducta que recomendaba la prudencia de no ver ni oír la injusticia, ni expresar la propia insatisfacción, sentido que perdura en la actualidad.2 Otra interpretación señala que en origen los monos eran espías enviados por los dioses para enterarse de las malas acciones de los hombres; la representación de los monos ciego, sordo y mudo debió surgir como medio de defensa mágico contra dicho espionaje.3 También se ha señalado que los tres monos pudieran ser una representación de las tres caras de la antigua deidad japonesa Vadjra.4

En el santuario de Toshogu, ubicado en la ciudad de Nikko (norte de Tokio) y construido en el año 1636 d.C. en honor de Tokugawa Ieyasu, existe una escultura de madera en la que se pueden observar a tres monos. Estos tres monos llamados místicos o sabios, están representados con tres posiciones diferentes de las que cada una indica un mensaje.

Así, el primero de ellos aparece con las manos tapándose los oídos, indicando que no oye o no quiere escuchar, el segundo de ellos aparece con las manos tapándose los ojos, lo que indicaría que es ciego o no quiere ver, y por último, el tercero, aparece tapándose la boca con las manos; lo que nos indicaría que es mudo o que no puede hablar.

Esta representación ha sido utilizada en infinidad de ocasiones como símbolo de sabiduría o enseñanza de la que el hombre debe aprender. ¿Pero qué es lo que puede desprenderse de dicha representación?

Cuenta la leyenda, que los tres monos fueron enviados por los dioses como mensajeros, a fin de denunciar las malas acciones cometidas por los humanos. Estos mensajeros divinos, actuarían según un conjuro mágico por el cual les eran otorgadas dos virtudes y un defecto, siendo representados por el siguiente orden:

•  El mono sordo, quien observaba a todo aquél que realizaba malas acciones, a fin de comunicárselo al mono ciego mediante la voz.

•  El mono que es ciego, pero que podía transmitir los mensajes que recibía del mono sordo, al mono que es mudo.

•  El mono mudo, quien recibía los mensajes del mono ciego y velaba por el cumplimiento de la pena impuesta por los dioses al desafortunado mortal.

 

En Occidente, esta interpretación ha sido adaptada a nuestras costumbres, traduciéndose por: “Ver, oír y callar”. De ahí que incluso el orden de los monos sea distinto al representado en la escultura del santuario de Toshogu. Pero no ha sido únicamente el orden de las figuras lo que ha cambiado en Occidente.

La enseñanza original de “no escuchar lo que te lleve a hacer malas acciones”, “no ver las malas acciones como algo natural” o “no hablar mal sin fundamento”, como así parecían indicar los tres monos sabios, en Occidente, ha trascendido a otra interpretación que, aunque en esencia, podría interpretarse de forma similar, en la práctica, no ofrece el mismo resultado.

Ser observador de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, saber escuchar y mantenerse callado cuando lo que se va a decir es intrascendente, sería la mejor interpretación y la posición idónea que demostraría la sabiduría de quien así actúa. Pero desgraciadamente no siempre ocurre así.

El “Ver, oír y callar”, se ha interpretado cada vez más con el “no te metas donde no te llaman”, “echa la vista hacia otro lado”, “hacer la vista gorda”, o lo que vendría a ser lo mismo “mantente callado y haz creer que no has visto ni oído nada”. Así evitamos problemas.

Es curioso observar como a una misma frase, se le pueden dar sentidos tan diferentes e incluso opuestos, según a quien le interese. Pero de hecho, es lo que nos han enseñado desde pequeños en esta sociedad politizada por la mentira.

Las personas ya no parecen personas… sino zombies, controlados por los poderes de facto, a través de una “democracia económica” que es quien verdaderamente ostenta el poder absoluto. Ni siquiera son los políticos los que gobiernan.

Es por todo ello que, “Ver, oír y callar” ya no tiene el sentido esotérico o de enseñanza que en origen tenía. Ahora más vale “ver, oír y callar” si no quieres tener problemas. Aunque siempre habrá algún inconformista, como este que les escribe, que preferirá ver, escuchar y hablar… para denunciar ante los hombres las maldades cometidas.

 

José Luis Giménez